lunes, 20 de abril de 2009

..Relax de agua...



El hada del agua había estado observando a Dirdam. Ésta estaba absorta en sus tareas y apenas levantaba la vista del papel que leía. Sabía que necesitaba descansar pero por más que le había insistido, no había querido levantarse de la roca donde se encontraba.
Por ello utilizó sus poderes y le proporcionó a Dir un bienestar que podría disfrutar durante toda la tarde sin descuidar su trabajo.
De repente, todo su alrededor se llenó de agua. Una inmensa lluvia empezó a caer. Pero no era una normal, sino que tenía la facultad de que no mojaba. Las gotas eran como pequeñas burbujas en las que aparecía reflejada la cara de Peter Pan, para que la sonrisa de Dirdam fuera más grande.
En el lugar de las montañas que tenía cerca, aparecieron pequeñas cascadas que producían un sonido relajante.
Y su roca flotaba ahora en un enorme lago cuyos bordes estaban congelados...
Dirdam se encongió de hombros y con un guiño le dió las gracias a su aguHada amiga...

Pasaporte a la isla de los niños perdidos




-¡Peter!¡Despierta! Tienes un regalo debajo de la almohada...
- y tras decir aquellas palabras, Dirdam se marchó volando por la ventana de La Casa Verde.

Peter tardó en despertarse. Se levantó con dificultad y sin haberle dado tiempo apenas a abrir los ojos, retiró la almohada y vió lo que ésta escondía: eran dos objetos. Uno era una especie de pasaporte, la cubierta en verde con unas letras doradas que citaban: "pasaporte a la isla de los niños perdidos". A su lado, un pergamino doblado que parecía un mapa.
Sin entender muy bien qué era aquello y conociendo a Dirdam, no le quedó otra que aferrarse fuertemente al documento y seguir el camino que aparecía en el mapa...
Llegó a una isla muy pequeña y deshabitada de Nunca Jamás. Cuando aterrizó no podía creer lo que estaba viendo: los árboles daban como frutos enormes chucherías, un pequeño río de un líquido que parecía batido de fresa atravesaba la isla y una nieve de vainilla cubría las montañas. De repente, descubrió que no estaba solo e infinidad de niños perdidos lo rodearon.
Era, como bien decía aquel pasaporte, la isla de los niños perdidos. Y es que corría una leyenda que decía que éstos se apropiaron hace mucho de un lugar secreto de Nunca Jamás, el cual era mágico. Tenía la facultad de hacer que todo aquel que pisara aquellas tierras volviera años atrás, a su infancia. Pero no podía ir cualquiera, había tres requisitos: querer sentirse como un niño, que alguien te proporcionase el secreto y la más importante: que un hada se encargara de velar tu estancia allí… Y Peter, al girar su cabeza a la derecha supo que tenía las tres…

...a Nunca Jamás...


...Lo que siguió a aquel encuentro es digno de contar...
Dirdam se quedó contando cuentos a los animales del bosque, mientras que Peter no salía de su casa, triste por la ausencia del hada.
Campanilla se dió cuenta y con la ayuda de Sanex intentó que Peter fuera en su busca...
Apareció como un niño que crece e hizo un trato con Dirdam: estarían en el mundo real si le prometía que cada noche volvían a Nunca Jamás...
Dirdam no se lo pensó dos veces y aceptó por lo que Peter le devolvió el dedal ya que "Dejarían de imaginar tantos besos y empezarían a hacerlos realidad"...


---Desde entonces viven juntos en Nunca Jamás---

Buscando...




Una noche otoñal, un hada llamada Dirdam se encontraba divagando por un camino, absorta en sus pensamientos. La causa de tal ensimismamiento era que acababa de perder sus alas. No sabía cómo pero de la noche a la mañana sus alas habían desaparecido y sin ellas estaba bastante perdida… Como no miraba por donde caminaba se tropezó en la travesía.

La oscuridad inundaba la vía, por lo que le costó una gran dificultad saber con quién se había encontrado. Una pequeña luz corrió velozmente hasta el lugar del suceso y sirvió como alumbramiento para aquella situación. Un ser verde se levantaba con problemas del suelo. Empezó a sacudirse su traje y, mientras lo hacía, un ser negro muy parecido a él se escapó de su lado y se confundió con la penumbra de la noche.

Cuando éste logró levantarse apenas pudo pronunciar palabra, pues la luz que se hallaba a su lado comenzó a moverse a su alrededor y a hacer diferentes sonidos que le servían para mostrar su enfado e indignación. El hada le miró asombrada y se dirigió a seguir su camino, dando la espalda a este singular panorama. Pero cuando ya había emprendido algunos pasos, una mano tocó suavemente su hombro, seguido esto de unas palabras que salían de la boca del muchacho que interrumpieron el incómodo silencio. Simplemente le dijo su nombre, era Peter Pan y le explicó, más tarde, que aquello que huyó de él, era su sombra, que por el golpe se había despegado y como era tan juguetona salió corriendo para que la persiguiera.
Dirdam se ruborizó rápidamente y se disculpó de todas las formas posibles. No sabía qué hacer para remediar aquello. Tras un largo tiempo en el que la extraña luz revoloteaba con más fuerza cada vez mostrando más su enfado y en el que el hada pedía perdón entre sollozos, el chico halló una solución. Juntos buscarían su sombra y ella le ayudaría a que ésta se fijara fuertemente a él y no se fuera nunca jamás.
Se salieron del camino en el que se encontraban y emprendieron la búsqueda. Se recorrieron el bosque de arriba abajo, investigando cada rincón de éste, sin dejar ni un solo árbol, piedra o arbusto sin examinar. Cuando apenas quedaba algún lugar por visitar, Peter Pan se paró en seco. El miedo se apoderó de él y empezó a dudar fuertemente de que volviera a ver a su sombra. Dirdam se sentía bastante culpable, por lo que intentó consolarlo con todas sus fuerzas, mientras que la peculiar luz le miraba aún más enfadad que antes. Tal era la indignación de ésta que decidió tomar su propio camino para buscar la tan ansiada sombra y así ser ella quien consolara de verdad a su acompañante.

El hada no sabía bien cómo debía comportarse. Por lo que decidió hacer lo que mejor sabía. Empezó a contarle cuentos. Uno, dos, tres….hasta siete cuentos llegó a dedicarle. No solucionaba nada, pero al menos Peter Pan se distraía y el río que nacía de sus ojos, se moría en una gran sonrisa. Mientras finalizaba el séptimo cuento, escucharon un ruido. Y es que el árbol que tenían sobre sus cabezas empezó a moverse extrañamente. Tras una fuerte sacudida de una de sus ramas, un ser negro cayó a su lado. Era la sombra de Peter Pan que se había subido al árbol para escuchar mejor los cuentos. Ambos se abrazaron fuertemente mientras el hada sacaba una de las muchas cosas que siempre le acompañaban: un set de costura. Sin perder un segundo más de su tiempo, tomó hilo y aguja y los unió eficazmente.
Peter Pan estaba más que agradecido, ya que los cuentos de Dirdam eran los que habían atraído a su sombra. Sabía que ahora ya nada le retenía allí, en aquel bosque, y que debía volver a Nunca Jamás. Pero no quería regresar solo, lo que más deseaba es que Dirdam fuera con él. Pero ella no podía volar. Había perdido sus alas y Campanilla, aquella luz que había estado acompañándolos y que retornaba al lugar donde se encontraban, no aceptaría cubrirle con sus polvos para que pudiera trasladarse junto a ellos. Por lo que no le quedaba más remedio que abandonarla en aquel lugar.

Ambos se miraron fijamente a los ojos, acercando cada vez más sus labios… La luz cada vez era más intensa y si aún quedaba algún resquicio de esperanza porque Campanilla cediera, tenían la certeza de que si se besaban éste desaparecería. Por ello, Dirdam sacó un dedal de su bolsillo. Tomó la mano de Peter Pan y se lo puso en su palma, cerrando ésta después fuertemente.

-Cuando no esté contigo, cógelo como ahora. Cierra tus ojos y piensa en mí. Entonces todos los besos que quiero y no puedo darte saldrán como si de magia se tratase desde este dedal e irán derechos hacia ti.
Apenas pronunciadas estas palabras, Campanilla llegó y entonces, el dedal comenzó a funcionar….

Un hada llamada Dirdam...



Dirdam nació un 24 de Septiembre de no hace mucho tiempo...
En donde ella vivía, las hadas eran criaturas cuyo perfil era un elemento principal para desarrollar sus habilidades. A ella le definían claramente varias cosas que le acompañarían a lo largo de su vida: el color turquesa, la luna, el agua y la escritura. Estos elementos harían de ésta alguien especial. Mientras las demás hadas se encargaban de cumplir distintas misiones: ser musas, atraer la luz, la lluvia o la primavera, fabricar cosas o llenar el mundo de color, ella se entetenía con algo fuera de lo común.
Se pasaba el tiempo inventándose historias con las que divertía a quien quisiera escucharlas.
Siempre iba de turquesa, conjuntando cualquiera de sus prendas y siendo algo presumida.
Todo en su vida era normal, era un hada como otra cualquiera. Hasta que un día todo cambió.
De repente sintió que algo le fallaba, ya no se sentía un hada como las demás, dejó de gustarle todo lo que le rodeaba y aturdida quiso dejarlo todo tras de sí...
Y en esa decisión, perdió sus alas...
Triste, intentó buscarlas, pero no las hallaba...
Al fin y al cabo, pensó que tal vez estaba bien aquello de deshacerse de ellas pues quizás debería encontrarlas cuando se encontrara a sí misma.
Y asumido esto, se puso en camino para encontrarlas a sus finas acompañantes y a ella en sí..