lunes, 20 de abril de 2009

Buscando...




Una noche otoñal, un hada llamada Dirdam se encontraba divagando por un camino, absorta en sus pensamientos. La causa de tal ensimismamiento era que acababa de perder sus alas. No sabía cómo pero de la noche a la mañana sus alas habían desaparecido y sin ellas estaba bastante perdida… Como no miraba por donde caminaba se tropezó en la travesía.

La oscuridad inundaba la vía, por lo que le costó una gran dificultad saber con quién se había encontrado. Una pequeña luz corrió velozmente hasta el lugar del suceso y sirvió como alumbramiento para aquella situación. Un ser verde se levantaba con problemas del suelo. Empezó a sacudirse su traje y, mientras lo hacía, un ser negro muy parecido a él se escapó de su lado y se confundió con la penumbra de la noche.

Cuando éste logró levantarse apenas pudo pronunciar palabra, pues la luz que se hallaba a su lado comenzó a moverse a su alrededor y a hacer diferentes sonidos que le servían para mostrar su enfado e indignación. El hada le miró asombrada y se dirigió a seguir su camino, dando la espalda a este singular panorama. Pero cuando ya había emprendido algunos pasos, una mano tocó suavemente su hombro, seguido esto de unas palabras que salían de la boca del muchacho que interrumpieron el incómodo silencio. Simplemente le dijo su nombre, era Peter Pan y le explicó, más tarde, que aquello que huyó de él, era su sombra, que por el golpe se había despegado y como era tan juguetona salió corriendo para que la persiguiera.
Dirdam se ruborizó rápidamente y se disculpó de todas las formas posibles. No sabía qué hacer para remediar aquello. Tras un largo tiempo en el que la extraña luz revoloteaba con más fuerza cada vez mostrando más su enfado y en el que el hada pedía perdón entre sollozos, el chico halló una solución. Juntos buscarían su sombra y ella le ayudaría a que ésta se fijara fuertemente a él y no se fuera nunca jamás.
Se salieron del camino en el que se encontraban y emprendieron la búsqueda. Se recorrieron el bosque de arriba abajo, investigando cada rincón de éste, sin dejar ni un solo árbol, piedra o arbusto sin examinar. Cuando apenas quedaba algún lugar por visitar, Peter Pan se paró en seco. El miedo se apoderó de él y empezó a dudar fuertemente de que volviera a ver a su sombra. Dirdam se sentía bastante culpable, por lo que intentó consolarlo con todas sus fuerzas, mientras que la peculiar luz le miraba aún más enfadad que antes. Tal era la indignación de ésta que decidió tomar su propio camino para buscar la tan ansiada sombra y así ser ella quien consolara de verdad a su acompañante.

El hada no sabía bien cómo debía comportarse. Por lo que decidió hacer lo que mejor sabía. Empezó a contarle cuentos. Uno, dos, tres….hasta siete cuentos llegó a dedicarle. No solucionaba nada, pero al menos Peter Pan se distraía y el río que nacía de sus ojos, se moría en una gran sonrisa. Mientras finalizaba el séptimo cuento, escucharon un ruido. Y es que el árbol que tenían sobre sus cabezas empezó a moverse extrañamente. Tras una fuerte sacudida de una de sus ramas, un ser negro cayó a su lado. Era la sombra de Peter Pan que se había subido al árbol para escuchar mejor los cuentos. Ambos se abrazaron fuertemente mientras el hada sacaba una de las muchas cosas que siempre le acompañaban: un set de costura. Sin perder un segundo más de su tiempo, tomó hilo y aguja y los unió eficazmente.
Peter Pan estaba más que agradecido, ya que los cuentos de Dirdam eran los que habían atraído a su sombra. Sabía que ahora ya nada le retenía allí, en aquel bosque, y que debía volver a Nunca Jamás. Pero no quería regresar solo, lo que más deseaba es que Dirdam fuera con él. Pero ella no podía volar. Había perdido sus alas y Campanilla, aquella luz que había estado acompañándolos y que retornaba al lugar donde se encontraban, no aceptaría cubrirle con sus polvos para que pudiera trasladarse junto a ellos. Por lo que no le quedaba más remedio que abandonarla en aquel lugar.

Ambos se miraron fijamente a los ojos, acercando cada vez más sus labios… La luz cada vez era más intensa y si aún quedaba algún resquicio de esperanza porque Campanilla cediera, tenían la certeza de que si se besaban éste desaparecería. Por ello, Dirdam sacó un dedal de su bolsillo. Tomó la mano de Peter Pan y se lo puso en su palma, cerrando ésta después fuertemente.

-Cuando no esté contigo, cógelo como ahora. Cierra tus ojos y piensa en mí. Entonces todos los besos que quiero y no puedo darte saldrán como si de magia se tratase desde este dedal e irán derechos hacia ti.
Apenas pronunciadas estas palabras, Campanilla llegó y entonces, el dedal comenzó a funcionar….

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