martes, 29 de noviembre de 2011

Hoy os voy a contar un cuento, un cuento real

Nota: aunque sea largo de leer os recomiendo que lo leáis, descubriréis algo que muchas no sabéis y, aunque sea leeros la última parte que es la importante. Es mi forma de abogar por la libertad de expresión y por el derecho de los trabajadores en estos tiempos que corren y que se aprovechan de nosotros...)

Erasé una vez una princesa que vivía en un reino donde no había una tienda low-cost muy conocida y que deseaba encarecidamente que la abrieran. Un día soleado de verano, paseando por la villa descubrió un cartel de madera con la siguiente escritura: "Próxima apertura: tienda tralará". Emocionada con la noticia, reunió a todas sus amigas princesas de los reinos cercanos y les contó la buena nueva.
Todos los días pasaba por la puerta de la futura tienda a "cotillear" para ver cuándo sería la apertura, hasta que descubrió que pedían cortesanas para trabajar en ella. Emocionada con la idea de pasar el tiempo entre prendas de vestir y con los rumores de que trabajar en una tienda de ropa conllevaba ventajas como reservar ropa en periodo de rebajas u obtener maravillosos descuentos, introdujo una solicitud de trabajo por la ranura de la puerta.
Los días transcurrieron sin novedades e incluso se olvidó de lo que había hecho días anteriores, hasta que pegaron a su puerta y un voceador le leyó un pergamino donde le convocaban para trabajar en la tienda, de lunes a viernes (teniendo libre los fines de semana), cobrando 435€ brutos y 20 horas a la semana. Hubiera preferido sólo trabajar los fines de semana, ya que estaba estudiando y le sería complicado llevar el ritmo, pero aún así lo aceptó. Cuál fue su sorpresa cuando al firmar el contrato le contaron que trabajaría de lunes a domingo, librando los domingos que la tienda no abriera y el día a la semana que los dueños decidieran... Decepcionada volvió a casa no muy segura de haber hecho bien en aceptar el trabajo. Desde ese momento todo fue diferente. Ni privilegios por ser empleada ni ná de ná. Mucho menos! No podría probarse la ropa en los probadores de la tienda cuando quisiera comprarse algún vestido, ni en esta tienda ni en la del reino vecino. Ni entrar a probadores ni pagar como un cliente normal, debía esperar la laaaaaarga cola de Atención al cortesano para poder pagar su compra. No podía reservar nada ni tenía ningún descuento. Sus bonitos vestidos de princesa no tendrían cabida allí, debía comprarse un uniforme con su propio dinero, la tienda no se lo proporcionaba. Su contrato era temporal, por lo que no tenía derecho a vacaciones y en dos meses de trabajo tan sólo libró un sábado porque se casaba su prima que vivía en el reino vecino y pidió con antelación que le dieran ese día.

Pero eso no era lo peor. Había una bruja, una bruja muy mala, que era la jefa de todas las cortesanas que trabajaban en la tienda. Les hablaba mal, les ridiculizaba y les amenazaba constantemente en echarlas del trabajo. Una bruja que era parte de un clan de brujas que dominaban toooda la tienda. Tan sólo había un príncipe azul que de vez en cuando visitaba a las cortesanas, les sonreía y les trataba bien, pero no podía luchar con las brujas porque no hablaba el idioma del reino y además le tenían hechizado.

De repente, un día, todas las brujas se pusieron de acuerdo y comenzaron a realizar pruebas de evaluación para evaluar el trabajo de las cortesanas y, de nuestra princesa. La pobre princesa no entendía por qué una de las brujas le tenía "en su punto de mira desde el primer día" si creía que hacía su trabajo bien. Pobrecita, creía que era lo peor que podría pasar. A eso le sucedieron una serie de actos perversos: sus amigas y compañeras cortesanas iban abandonando la tienda porque las brujitas consideraban que no eran lo suficiente rápidas en su trabajo y, simplemente por eso, les echaban a la calle. Llantos, incomprensión, malos modales... Pero las cortesanas eran simples números y no personas... Otro día contrataron a un cortesano, bastante guapo que enamoró a una de las brujas, por lo que lo colocó en el puesto de trabajo que se le antojó y fastidió a las demás con sus comparaciones. Las equivocaciones de las brujas las pagaban las cortesanas y sólo pensaban en ascender mientras pisoteaban a la princesa y sus compañeras. Y no es que trataran mucho mejor a los clientes: no aceptaban su carné de carruaje porque eran forasteros y "había que tener más cuidado con ellos", los engañaban con los precios si los clientes no se daban cuenta de que el precio de la etiqueta era erróneo con lo que le estaban cobrando (arrancar el precio mientras la clienta no mira y listo!), no atender a los clientes como se debe o hacerles esperar la cola por no poner un cartel que indique las devoluciones no se hacen en caja por no romper la estética de la columna. Supongo que será ese el motivo por el que tampoco les dejen poner un cartel en el tablón de anuncios a las cortesanas para organizar su cena navideña...

Menos mal que la princesa está estudiando y gracias a Dios no le hace falta ese dinero para comer, sólo para comprarse ropa y otros caprichos, por lo que decidió dejar ese trabajo porque consideraba que la esclavitud algún día tendría que abolirse y ella quería ser la primera que luchara para acabar con ella. Porque claro por unos míseros 390€ por 20 horas semanales, un trato denigrante y una ética dudosa, no merecía la pena.
Ay! y presumen de una política de "comercio ético" en los países subdesarrollados donde tienen las fábricas... si así nos tratan a los que tienen cerca...

Colorín, colorado este cuento real se ha acabado.


Moraleja: Si descubriérais el entramado que hay en ciertas tiendas de ropa low-cost donde tantas prendas compramos a muchas se nos quitarían las ganas de comprar allí...


No doy nombre y pido que no lo déis, pero muchas ya os podéis imaginar qué tienda es...

1 comentario:

  1. No se que tienda sera pero madre mia, yo no he tenido que trabajar en tienda pero mi hermana si lo ha echo y la verdad es que ha estado contenta, pero ...

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